Guerras y conflictos en el mundo. Estado de situación
INTERNACIONALES

Guerras y conflictos en el mundo. Estado de situación

Desde 1989, la conflictividad en el mundo crece. A ritmos distintos según la región hoy nadie está en condiciones de afirmar que una tercera guerra mundial queda descartada.

Son numerosos los conflictos, algunos derivados en guerras, verificables en el planeta. Su intensidad varía y su característica corresponde, según los casos, a choques entre estados o a guerras civiles entre bandos antagónicos.

Hasta aquí, nada que haga una diferencia con años anteriores. Pero, desde este año, un actor principal -los Estados Unidos- cambia radicalmente su visión hacia el mundo, deja de lado su política exterior basada en la defensa de los valores democráticos y la reemplaza por las ventajas a obtener.

Se trata de un retorno a la división del planeta en zonas de influencia entre tres -y solo tres- grandes potencias con capacidad militar nuclear. Fuera de este esquema queda Europa, a la que no se le reserva ningún rol, mientras no desarrolle y financie su propia defensa.

Ucrania y Medio Oriente

Sin dudas, el conflicto bélico donde más apreciable resulta el cambio de posicionamiento norteamericano es la guerra de agresión que Rusia lleva a cabo en Ucrania. Para la nueva política exterior del gobierno Trump, ya no se trata de una guerra de agresión sino de un conflicto bélico entre países.

El presidente de los Estados Unidos busca presentarse como un “hacedor de la paz”. Para ello, emplea métodos disuasorios inaceptables a fin de forzar a Ucrania a aceptar una paz que en mucho se asemeja a una capitulación.

Hasta el momento, ni siquiera el más mínimo reproche a Rusia o a su presidente Vladimir Putin parte de funcionarios norteamericanos.

Todo lo contrario, en la relación con Ucrania. Se le impone un tratado para explotar tierras raras, se la priva de asistencia militar y de inteligencia y no se le garantiza nada respecto de una agresión rusa futura.

En cuanto a Europa -Unión Europea y Reino Unido-, la más absoluta ignorancia. Ni que hablar de la OTAN -Organización del Tratado del Atlántico Norte-, a esta

altura, casi moribunda. Los europeos “que se arreglen” parece ser la consigna del momento.

Así las cosas, el desenlace no parece lejano. Los interrogantes por resolver son cual será la fecha en la que Putin detendrá la guerra y en qué consistirá la concesión que hará en aras de la “paz”. Para Ucrania, ni justicia.

El otro gran conflicto radica en el Medio Oriente. Allí, la situación es distinta a la de Ucrania. Solo coinciden ambas en el mismo interés del presidente Trump de presentarse como un hacedor de la paz.

Aquí la tradicional alianza entre Estados Unidos queda reforzada por las coincidencias ideológicas entre Donald Trump y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.

Los grandes perdedores serán los palestinos, en particular los de la Franja de Gaza responsables de haber elegido al grupo terrorista Hamás para dirigir los destinos del pequeño territorio.

Para Netanyahu y su gabinete de extrema derecha, la guerra debería desembocar en el Gran Israel que implica anexionar Cisjordania. Es decir, las bíblicas Judea y Samaría. Para Trump, cuando no, se trata de un negocio inmobiliario: la Riviera de Gaza.

En ambos casos se trata del desplazamiento forzoso de palestinos -dos millones en Gaza, tres millones en Cisjordania- que deberán distribuirse entre los estados árabes de la región.

Para el gobierno israelí, la actual tregua solo sirve si permite recuperar los rehenes que aún son retenidos por el grupo terrorista. Nada más. La paz y la reconstrucción de la arrasada Gaza no forman parte de ninguna negociación seria.

Existe un plan para la reconstrucción, acordado entre los países árabes. Tanto Trump como Netanyahu lo declararon inaplicable, aunque prevé el fin del gobierno de Hamás. Razón del rechazo: no comprende la expulsión de los palestinos.

Medio Oriente también incluye la guerra civil en Siria que “finalizó” con el derrocamiento del dictador Bashar al-Asad. El nuevo jefe de Estado Ahmed al-Charaa prevé un período de cinco años para “normalizar” el país.

Pero la violencia continúa. Como era previsible, tras un ataque de partidarios del régimen derrocado, la comunidad alauita a la que pertenece el clan Assad fue objeto de ejecuciones masivas, que hicieron pensar en represalias del nuevo régimen.

Al-Charaa intenta primero unificar las más de diez milicias paramilitares existentes en un único Ejército nacional. Luego reintegrar grupos étnicos y

religiosos en un Estado nacional sirio. Incluidos los kurdos y su región autónoma. No es una tarea menor con Irán, Israel y Turquía en las fronteras.

Por último, Irán. A finales del presente año vence el acuerdo nuclear -denunciado por Trump en su mandato anterior-que impide legalmente a Irán producir el combustible nuclear para desarrollar el arma nuclear. ¿Cómo reaccionarán Trump y Netanyahu?

África

Con armamento convencional varias guerras sacuden el continente africano. Por estos días sobresalen la guerra civil en Sudán y la más internacional de la República Democrática del Congo.

La primera enfrenta al Ejército regular de Sudán, encabezado por el general Abdelfatah al-Burhan, con las Fuerzas de Apoyo Rápido, del general paramilitar Mohamed Dagalo, más conocido por su apodo Hemetti.

La guerra civil estalló en abril del 2023. A la fecha, el Ejército Regular domina dos terceras partes del país. Y el tercio restante está bajo el dominio de las fuerzas paramilitares. No existe siquiera atisbo de alto el fuego, menos aún de solución del conflicto.

El otro contencioso bélico del continente es el que opone al Ejército congolés con los rebeldes del M23 que cuentan con el apoyo de la vecina Ruanda. En términos personales, el conflicto opone al presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, con su colega ruandés Paul Kagame.

Mientras la RDC es un país con un ejército y un gobierno gangrenados por la corrupción, Ruanda cuenta con un gobierno encabezado por un “déspota ilustrado”.

La diferencia, más allá de cualquier consideración ética permite comprender el porqué de los avances recientes del M23 en el este del país y de la consiguiente desbandada en el Ejército congoleño.

De menor intensidad, son los choques entre fuerzas regulares y grupos djihadistas verificables en la región del Sahel y en África Oriental.

En el Sahel, con la excusa de combatir de manera eficaz al djihadismo, los militares de Burkina Faso, de Mali y de Níger, desataron golpes de Estado que los instaló en el poder.

En cuanto al combate frente al djihadismo no cuentan con éxitos. Por el contrario, sufren bajas que incluyen paramilitares rusos del grupo Wagner. Desde la política, deben enfrentar, además, a los combatientes tuareg que pretenden, a través de la lucha armada, alcanzar la independencia del Azawad, territorio norteño de Mali.

El otro conflicto, ahora de mediana intensidad, es el enfrentamiento entre el recientemente constituido Ejército de Somalia, aliado con las Fuerzas Armadas de Kenia, con el djihadismo del grupo al-Shabaab.

Lentamente y sin perder capacidad para cometer atentados, al-Shabaab resigna terreno. Ya no domina ciudades. Solo controla áreas rurales. De su lado, el Estado somalí, luego de dos décadas sin gobierno central, se consolida. Ya está en capacidad de asegurar funciones básicas.

Para los Estados Unidos, el continente africano no cuenta con interés alguno, salvo como eventual reservorio de los futuros palestinos expulsados de Gaza. Sí, en cambio despiertan atractivo para Rusia -Grupo Wagner, mediante y para China con su iniciativa Ruta de la Seda.

América

Es el territorio reservado de Estados Unidos, en particular en la parte Norte, Central y caribeña. El todo abarcado por la caza al inmigrante ilegal y su retorno forzoso a sus países de origen, en líneas generales.

También por el fentanilo, droga de amplio consumo en Estados Unidos. A la inmigración y al fentanilo, hay que agregar los aranceles, recurso económico utilizado como arma política.

Así, México queda disciplinado pese a los discursos pretendidamente “soberanos” de su presidente Claudia Sheinbaum. No así Canadá, cuyo nuevo primer ministro Mark Carney arrancó con un “Canadá jamás será parte de Estados Unidos.

Entre los objetivos declamados por Trump figura la recuperación del Canal de Panamá, la anexión de Groenlandia y el cambio de nombre del Golfo de México y sus consecuencias sobre la libertad de expresión.

Por cierto, en las recientes elecciones groenlandesas triunfó un moderado independentismo y todos los partidos políticos cerraron filas en torno a un rechazo de las pretensiones de Trump sobre el territorio.

China

Es la guerra comercial a golpes de aranceles ¿Con algo más? ¿Con alianza con Australia y Nueva Zelanda? ¿Con alianza con Japón y Corea del Sur? ¿Con sostén a los disidentes tibetanos y a los disidentes uigures? ¿Con compromiso para la libertad de navegación en el Mar de China Meridional?

Y sobre todo con la pregunta del millón ¿Defenderá Trump a Taiwán en caso de invasión china? El antecedente de Ucrania no es para nada favorable. El cinismo político de la división del mundo en tres zonas de influencia, menos aún.

Excluido Medio Oriente, los intereses de Trump en Asia no aparecen como prioritarios. Sí, en cambio, el acercamiento con el primer ministro indio, el “iliberal y nacionalista” Narendra Modi.

¿Y Europa? Nada. Primero, que paguen por su defensa.

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